viernes, 28 de julio de 2017

28 de Julio 207

Incapaz de recordar su cara, su sonrisa. 
Incapaz de recordar el color de sus ojos, o de su pelo. 
Incapaz incluso de recordar su voz. 
La oscuridad me brindaba la oportunidad de tan sólo sentir, tocar, y con ello, no poder revivir aquel momento. 
Su tacto, la suavidad de su pelo, su delicadeza. O tal vez su tenacidad, su autocontrol. 
Todo en frío, sin preludio. 
Y siento que me quedaron tantas cosas por decir, hacer y vivir. 
Y siento un vacío tan intenso al recordar lo efímero de aquello. Pienso, analizo sus palabras, sus gestos. 
Y puede que todo se quede en eso, en el suma y sigue de su cajón de recuerdos. O tal vez no. 
Son incógnitas con las que hemos de vivir, y sólo puedo resignarme ante cosa tan absurda. 

martes, 12 de julio de 2016

12 de julio 2016

Estas cosas llegan, pasan sin motivo, sin previo aviso… Pero tú, tú has llegado para quedarte. Lo hiciste a lo grande, tal y como eres, como una apisonadora que destroza todo a su paso, pero en este caso no destruiste… sino construiste cada pedazo de mí, todos y cada uno de los trozos que el tiempo había desquebrajado, agrietado, despegado de mí…
Llegas fuerte, con ganas de hacerme reír, con ganas de comerte al mundo y de comerme a mí, y no sabes lo que me encanta. Ni siquiera te vi llegar, y eso que destacas entre todos los demás, pero no, no fue en mi caso. Apareciste de la nada para convertirte en mi todo, en mi fundamental.
Los estereotipos están sobrevalorados, las medias naranjas, las personas que se supone que deben estar juntas por su semejanza física o intelectual… Pamplinas. Las mentes, tu mente… Eso es lo que importa, eso es lo que me enamora. Que cuanto más grande seas mejor, pues más grande es tu corazón, mejores tus abrazos.
Todo ha llegado poco a poco, a su debido tiempo, nuestro río ha ido fluyendo por los canales de la vida, sin pausa pero sin prisa. Y es así como queremos que siga, y es así como seguirá.

Y que lo único de lo que me contagie en este mundo, sea de tu risa. 

15 de enero 2016

Hay vacíos intensos y personas que hacen ese maldito hueco en tu corazón, para que tras su ida, la permanencia de ese vació parezca eterna. Miras el reloj y ni tan siquiera te percatas de la hora, lo miras por hacer algo, porque te has acostumbrado a esas monotonías de antes y ahora no hay nadie que suplante su lugar. Porque a pesar de que pueda haberlo, no lo hace de la misma manera, ni aunque lo intente. Las personas vienen y van, y cuando crees que llega la adecuada, ZAS, aparece otra que te hace cambiar de opinión y considerar que es ella la que debe entrelazar sus dedos con los tuyos. Y crees que es así, o te intentas hacer a la idea, aunque sepas que tarde o temprano llegará otra persona que te ponga la vida patas arriba y no te deje ni dormir. Porque eres así de idiota y caprichosa, porque te encanta jugar y no tienes el coraje para admitirlo. Y es que aunque seas así y pasen tantas personas por tu lado… El hueco, ese hueco permanece ahí, latente. Y te encantaría poder cambiar tu miserable forma de ser, para poder valorar como toca a las personas que deciden entrar en tu vida y tratan de quedarse hasta que les das la patada y buscas a otro. Que ahora puede parecerte bien, puede gustarte o darte morbo, pero de aquí a un tiempo añorarás la persona que cavó ese agujero, ese hueco en tu corazón. Y te arrepentirás de haber sido tan cría, tan ingenua y despreocupada. Y en ese momento te echarás a llorar sin saber qué demonios hacer con tu vida, porque era esa persona, la del huequito… Sí esa. La que realmente querías que anduviera contigo de la mano. Pero ya es tarde, ya hay otra que ocupa el lugar que tú no supiste valorar ni mantener. 

lunes, 9 de marzo de 2015

9 de marzo 2015

Tardar un año. Tardar un año en darte cuenta de que estas cosas no salen a la luz con facilidad. Tardar un año en darte cuenta que el tipo que te hacía sentir especial, lo que te hacia era de todo, menos falta. Tardar un año en espabilar y ver que aquel otro tipo que te hizo sonreír una vez, lo haría una y mil veces más con tal de verte feliz. Tardar un año en echar de menos a alguien. Tardar un puto año en querer volver atrás y tenerlo. Y tardar también, un año, en volver a verlo.

miércoles, 26 de marzo de 2014

26 de marzo de 2014

Y llega el momento en que tu cerebro hace “clic”. Ese aviso que te dice que hay algo que no cuadra, que te enerva esa situación, que si continúa así revientas. Puedes hacer algo al respecto, o dejarlo pasar. Tu cabeza da mil vueltas al asunto, te planteas abandonar habiendo llegado a ese punto, dejar las cosas como están o quedarte parada sin hacer nada.
Un par de palabras lo pueden cambiar todo, y lo hacen de verdad. En estos casos no hay un algo que te diga ¡Basta! Ni nadie que te impida seguir con su juego. A medida que todo pasa aumenta la presión sanguínea, te bloqueas y no sabes cómo responder. No tienes fuerzas para pensar, tan solo las tienes para romper lo primero que te pongan delante. Y sabes que no es él a quien tienes delante, es una pantalla de LED, esa dichosa pantalla que ha vivido innumerables discusiones como ésta, y que sabe que la de hoy puede ser la última.
Cada mundo de color de rosa sufre un apagón de vez en cuando. Nadie se lo espera, pero acaba sucediendo. La ira se apodera de tu cuerpo, toma las riendas de tu cerebro y se apresura a decir lo primero que piensa. No tiene en cuenta la repercusión que conlleva todo lo que dice y hace, tampoco se da cuenta de que todo, absolutamente todo, puede cambiar las cosas. Las tardes juntos, los besos, las miradas, las declaraciones, las sonrisas de complicidad e incluso las llamadas o mensajes diarios. Todo esto se desvanece, como los colores de los fuegos artificiales.

Y tu no quieres, o crees que no quieres. Pero no sabes qué hacer ni cómo reaccionar, tan solo quieres que todo acabe y llegue la calma. Pero esta vez, a pesar de que ni tú ni él lo sabéis, jamás llegará.  

lunes, 24 de marzo de 2014

24 de marzo 2014

Cambian, las cosas cambian de un momento a otro, de una visita a otra, con una mirada, una carta, una palabra... Y es que jamás puedes ni tan siquiera pensar que algo tan fuerte y aparentemente inseparable, se pueda separar. Llegas un día y todo ha cambiado, ya no hay cariño, palabras ni miradas como antes. Ya no hay mensajes, ya no hay roce, ya no hay nada. Y no comprendes el por qué de esta mierda, no entiendes el por qué de su hipotética partida, tampoco entiendes por qué no hay explicaciones ni despedidas. Surge así, de repente, sin previo aviso, sin una alarma que te avise de la tempestad que está a punto de llegar. Quieres preguntar, necesitas preguntar, reclamas una respuesta y ¿qué recibes? Nada.
Pero el orgullo termina por apoderarse de tu cuerpo, de tu mente, de tus sentidos, excepto de tu corazón. Sabes que algo dentro de ti, una llama que él encendió y que perdurará por siempre, te incita a no tirar la toalla, a seguir insistiendo, a no rendirte. Pero no sirve de nada porque no hay nada que le de sentido. Lenta y dolorosamente te das cuenta de la realidad, de la cruda realidad. Te das cuenta de que si paras a pensar, nada tenía sentido. No habría surgido lo deseado, no habría dado fruto lo sembrado. ¿Por qué? Estábamos hechos el uno para el otro.

domingo, 23 de marzo de 2014

23 de marzo 2014

Dicen que la vida viene, va, vuelve y te da hostias de vez en cuando. También dicen que leer te abre los ojos, y que escribir es buena terapia cuando estás mal. Desde pequeña consideré que los diarios eran algo cursi, desfasado, y que tan solo se veía en las películas. Donde la típica niñata enamorada de 14 años le cuenta sus bobadas a su querido Diario.
Bueno, yo no soy esa chica, yo soy yo, y tú, no.
Me he decidido a escribir algo, me ha venido un cierta inspiración, como cuando estás muy aburrida y empiezas a pensar, piensas miles de cosas, errores cometidos, locuras que has hecho y podrías hacer. Un momento, alguien importante por Skype.
Retomo. Como cuando piensas en las cosas de la vida, y florece de tu interior un cierto Yo filosófico. Bueno, pues ya te digo yo que no, no eres filósofo. Pero es bueno darle a tu vida un poco de entusiasmo, pensar en el por qué de las cosas, darle mil y una vueltas a algo, porque en definitiva, sólo tú sabrás lo que piensas y aquello que pienses quedará grabado en un rincón de tu pequeña pero formidable cabeza. Puede parecer una salvajada o puede en cambio parecer una gran idea. Pero te aseguro, que si lo pruebas quedarás satisfecho con el resultado.

Plantearse algo que escribir es difícil, lo aseguro, hay que pensar bien qué poder escribir, y sobre qué tema. Porque igual empiezas y a las 2 líneas se te acaba el repertorio de palabras interesantes, o simplemente se ha desvanecido la pequeña chispa de inspiración que habías encontrado, como me pasa a mí ahora. Tenía mil cosas que escribir, buenas ideas, buenas frases... Pero lamentablemente, toda esa magia y furor se han ido volando a otra cabecita menos despistada que la mía.


Hay quien habla de marcar la diferencia, hay quien prefiere llamarlo personalidad, pero ¿por qué no dejarlo en un simple, vivir? Ya sea en un sitio que en otro, de la forma que quieras, pero con una condición: dejar vivir. Parece mentira, pero Timón y Pumba tenían parte de razón en su “Hakuna Matata”.